La salida de Francia de Níger refleja años de fracaso en sus antiguas colonias
Cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció que retiraría al embajador y las tropas de Francia de Níger después de una toma militar del poder, el nuevo régimen acogió con agrado un paso histórico para el país.
"Las fuerzas imperialistas y neocolonialistas ya no son bienvenidas en nuestro territorio nacional", afirmó. “La nueva era de cooperación, basada en el respeto mutuo y la soberanía, ya está en marcha”.
La declaración fue reveladora. Hizo poca referencia a las múltiples amenazas a la seguridad que enfrenta Níger, prefiriendo un lenguaje que evocara la relación histórica de un país africano con su antiguo gobernante colonial y la importancia de ser visto como un socio igualitario.
Macron ha reconocido la historia, a menudo oscura, de Francia en África como una amenaza a sus esfuerzos diplomáticos por ganar amigos e influencia en medio de una competencia de poder más intensa en el continente. Ha tratado de abordar cuestiones individuales, incluida la petición de perdón en Ruanda, una antigua colonia belga cuyo gobierno ha acusado durante mucho tiempo a Francia de complicidad en el asesinato de unos 800.000 ruandeses, en su mayoría tutsis, en 1994. Macron también se ha acercado a líderes de países anglófonos donde París tiene tradicionalmente han tenido menos influencia, como Sudáfrica.
Pero esto no ha impedido un repentino deterioro de la posición de Francia en África, con importantes consecuencias para la seguridad en el continente.
Los líderes de la República Centroafricana recurrieron a Rusia hace cinco años después de decidir que Francia, la antigua potencia colonial, no estaba dispuesta a protegerlos contra los rebeldes. El país sigue siendo desesperadamente pobre y presa de la violencia anárquica, y los extranjeros explotan sus vastos recursos. El grupo Wagner, vinculado al Kremlin, se beneficia de las exportaciones de madera, oro y diamantes, mientras que sus mercenarios reciben grandes sumas de dinero para brutalizar a las poblaciones locales. El último contingente de tropas francesas partió el año pasado.
En Malí, la violencia ha aumentado desde que los regímenes militares tomaron el poder en 2020. El acuerdo alcanzado por los nuevos gobernantes con Wagner obligó a París a poner fin al despliegue de miles de tropas francesas que habían luchado contra los extremistas islamistas y otros insurgentes durante una década. En los últimos dos años, con 1.000 mercenarios Wagner en Mali, las atrocidades se han multiplicado, acelerando un ciclo de retroalimentación negativa de abusos, reclutamiento para grupos yihadistas, más ataques y más abusos.
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En Burkina Faso, de donde se ordenó a las fuerzas francesas que se retiraran después de una toma militar del poder el año pasado, el número de personas asesinadas por la violencia militante islamista casi se ha triplicado en comparación con los 18 meses anteriores. "Esta violencia... pone a Burkina Faso más que nunca al borde del colapso", dijo el Centro Africano de Estudios Estratégicos en un informe reciente.
Ahora las luces de alerta también parpadean en rojo en Níger, alguna vez considerado uno de los estados más estables del Sahel.
Durante el mes posterior a que el ejército de Níger tomó el poder, la violencia vinculada a los extremistas aumentó en más del 40%, según el Armed Conflict Location & Event Data Project. Al menos 29 soldados nigerinos fueron asesinados por yihadistas en la frontera con Mali el fin de semana pasado por más de 100 extremistas que utilizaron explosivos caseros. Fue el segundo ataque de este tipo en una semana.
Francia tenía aproximadamente 1.500 soldados basados en Níger, que se había convertido en un centro central de su campaña de contrainsurgencia en todo el Sahel. Estos proporcionaron capacidades potentes en términos de potencia de fuego y entrenamiento, pero también comunicaciones y recopilación de inteligencia. Esto hace que sea más difícil reemplazar esta presencia.
Sin embargo, las tropas italianas y alemanas permanecen en Níger y los soldados de alto rango que ahora están en el poder en Niamey, la capital, no han pedido que se vayan los 1.000 soldados estadounidenses estacionados allí, ni la evacuación de su carísima base de aviones no tripulados en Agadez.
Los analistas dicen que Estados Unidos, que se muestra reacio a dejar a Níger abierto a la influencia rusa, ha jugado un mejor juego diplomático, construyendo relaciones más duraderas con generales nigerinos clave y negociando con el régimen militar sin etiquetar la toma de poder como un golpe de Estado. La negativa de Francia a reconocer a los nuevos gobernantes de Níger y a apoyar al presidente elegido democráticamente –por más principios que tenga– ha añadido insulto a la herida.
"Puede que no sea una muy buena idea expulsar [a los franceses] de esa manera, pero es perfectamente comprensible que el régimen sintiera que nada cambiaría en su relación con París a menos que dieran ese paso", dijo Olayinka Ajala. experto en África occidental y el Sahel en la Universidad Leeds Beckett.
En toda África, Francia está cosechando ahora las consecuencias de décadas de interferencia interesada y codicia comercial en sus antiguas colonias en un momento de resentimiento generalizado y vocal hacia las naciones occidentales que explotaron el continente durante tanto tiempo.
La ola de ira está siendo exacerbada por la propaganda rusa y es una potente herramienta en manos de los nuevos regímenes militares que buscan legitimar su control del poder después de derrocar a los gobiernos electos, dicen los analistas.
conseguir el apoyo popular que tanto necesitamos”, dijo Ajala.
París sigue sin arrepentirse. “Todo esto terminará muy mal para las juntas en cuestión”, dijo la semana pasada Sébastien Lecornu, ministro de las Fuerzas Armadas francesas. "Es su fracaso".